Despedidas esquimales

Probablemente mi personalidad -algo trágica y dramática en los momentos más inadecuados- no serviría para una de esas despedidas racionales, con una taza de café mal servido y chocolates de cortesía...pero tampoco me vienen bien esas despedidas de mexican-drama con lágrimas, gritos y mariachis incluídos...No, defintivamente no!, puedo ser algo trágica, pero patética no...al menos eso espero...
En fin, ya sólo quedan dos días en Quito..después de 11 meses quejándome, enamorándome y con sentimientos ambivalentes ..me voy.
Los últimos días no fueron lo que debieron haber sido, casi sin salidas y con pocos conocidos me sumi -un poco; sólo un poco- en una introspección similar a la depresión, en esa terrible costumbre de recordar y sentir una nostalgia temprana con la única excusa posible; "luego no tendré tiempo para estar triste"...me repito a mí misma que no hay mucho sentido en todo este automartirio predecible..pero...eso ocurre, poco a poco aprendes a lidiar con las ciudades y desarrollas relaciones que sólo tú entiendes: caminaré a las 7 por ese barrio por la neblina, iré a comer al centro sólo porque sí y claro, me sentaré en mi café favorito a mirar a las personas que jamás voy a conocer...Hasta ahora dividí los espacios por su "función" inmediata, el centro es un lugar para nostalgias, la Carolina es el lugar de los helados que me gustan -entonces me remite a momentos felices- y la Floresta, pues ahí están los recuerdos...los valles sígnifican calor y -normalmente- sonrisas, pero las pampas son algo frías y tristes...
Más allá también están los recuerdos...es gracioso como nos armamos con momentos almacenados en la cabeza y el corazón para seguir adelante...los próximos años de mi vida me imagino haciendo algo totalmente rutinario y -de repente- sonriendo por algún recuerdo fugaz...los primeros días en los que no podíamos creer que les digan canguiles a las pipocas y que encima las pongan en la sopa!!! que cocinen tan raro, tan diferente, tan desigual...que hablen con una entonación tan particular y que a las seis caiga la neblina como un telón sobre la ciudad...o al menos por aquella lejana zona en la que vivíamos como una familia-tipo guetto boliviano. De ahí a las comidas de fin de semana, a las charlas sobre sexo y a ese sentimiento de que nos entendíamos tan bien, que nos conocíamos de siempre...con todo y que realmente éramos tan distintos...cada cual con su propio y casi inverso punto de vista...con gustos músicales tan abismalmente distintos! e incluso costumbres muy propias...Y así llegar a la conclusión que nuestro país es tan grande y tan bello..con tantas contradicciones, pero así..con todo y metafísica popular, un país de la puta; indiscutiblemente...
Así se van terminando los días en Quito, ahora ya no sé si fue tan buena idea ser casi la última en irme, como habiendo ya agotado los abrazos con la etiqueta de despedida y las lágrimas que no quise extraviar...y recordando con tanta tristeza a quienes se fueron, a quienes tal vez no vea más (he ahí la yo trágica)...pero después está esa última salida con un café de por medio (muchos en realidad)...una tarde de películas y música que me recuerda lo bello de las despedidas (o de las no-despedidas), aquel reencuentro casual, casi mágico- lo que normalmente debería ocurrir en un lugar igual de impensable- con alguien que hace mucho pensaste no volver a ver... y ahí agradecer que las despedidas dan lugar a las despedidas esquimales y que está bien, porque en algún momento si debes, si quieres o sólo porque sí, estará alguien en la esquina de un café, una discoteca -o un puesto de comida en la calle- que te salude y te diga "a los años panita!!"...

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