Cuídate

Te escribo sin nombrarte porque esta vez no voy a ser inoportuna en tu vida. Algún tiempo después de tu paso por mi ficticia y dramática juventud aprendí que hay que dejar ir y no volver atrás. Tenías razón, me faltaba un mundo por madurar y ahora estoy acá...sin madurar como debiera, sin madurar como quisiera pero madurando de alguna forma para ser una mejor mamá. 

Revisando mi correo encontré esa chispa que volvimos a tener por unos días, el temblor, la piel erizada, toda la juventud en nuestros ojos y la esperanza de que esa vez sí funcionaría. Con más claridad pude ver mis errores, las grietas en los quereres, las palabras que no debía decir, las emociones que debí contener unos días más. Ya soy otra, otra diferente pero otra que aún lamenta la forma en la que saliste de mi vida. 

No intento llamarte, soy feliz, estoy completa, al fin puedo ser totalmente yo. Y sin embargo, sí habría querido hacer todo de la forma correcta para que seamos amigos, para que no sea triste el pasado sino algo hermoso que nunca pudimos crear, una saudade dulce...como debí ser más a menudo. 

Ahora lo intento un poco más, eso de la ternura...no eso de mirar atrás y sentir nostalgia de lo que no sucedió. Eso otro cada vez menos, cada vez con más éxito... hasta esta madrugada que vi un atisbo chiquito de lo que fuimos, de lo que quisimos ser y no pudimos. Siempre a destiempo. Nunca pudimos amarnos en el punto medio, siempre estaba uno un poquito más atrás o más adelante. Fue lo que debía ser pero a veces -usualmente de madrugada- veo con tristeza y mucho bochorno algunas decisiones que tomé en esos meses de la época más bonita y complicada de mi estadía en Cochabamba, antes de aventurarme a partir. Al fin cumplí lo que llevaba años prometiendo, ya vivo en La Paz, quejándome: sí pero viviendo al fin. Me casé, inicié una familia, invité a mis personas más queridas, por eso aún sabiendo que dirías que no: me aventuré a escribirte.

Sabes? No sabría cómo disculparme pero tampoco creo que lo necesites. Para empezar nunca fuimos amigos, como me dijiste aquella vez. Era verdad pero era muy terca para comprender a lo que te referías. Ahora entiendo y por eso no me disculpo, no aparezco, no ocupo ningún lugar más que el que corresponde, el lugar de alguien que solías conocer.

A veces te pienso y te mando mi cariño, a veces te pienso y maldigo el misterio, las conversaciones incompletas, los muros imaginarios, la distancia, nuestras heridas, los miedos. Otras veces mejores te pienso y sé que ahí estás -espero que feliz- y sonrío sola, como ahora que te escribo sin nombrarte para guardar con cuidado tu recuerdo y agradecer que en algún momento nos encontramos y que en esos momentos chiquitos de locura compartida yo era inmensamente feliz.

Cuídate.







 


Comentarios

Entradas populares