Maldita primavera

Ahora podrías reírte de mí. Enamorada de un actor y tachando cada día del calendario sigo evitando los espejos. Al mismo tiempo, intento matar la idea de escribir, porque escribir es construirme con retazos de recuerdos no-digeridos, es recordarte con pasión masoquista.

Despertando cada cinco minutos -en la madrugada- encuentro las mariposas que deje volar para que te encontraran hace dos años, cuando la distancia nos hacia amantes perfectos. Mirando sus alas rasgadas por el peso de algún mal momento deseo– nuevamente- algún episodio de sexo suicida. La imagen de las luciérnagas en un ritual de muerte fugaz vuelve continuamente.

Desde esta habitación no hay forma de mirar la ciudad, pero el calor asfixiante basta. Echada en el sofá guindo te imagino caminando por alguna calle llena de luz fumando, aunque nunca lo has hecho bien; por el estilo noir que no te sienta. Yo quisiera volver al frío de mi habitación, a la cama de la que no he querido salir en casi tres meses. Es inevitable, mis múltiples dolencias imaginarias proliferan en esta ciudad, quisiera escapar de este sopor, pero las citas y pretextos reales me atan. En realidad allá tampoco encuentro paz, pero está la cama…

Aún no tengo con quien hablar porque he olvidado tanto que también algunas personas me han olvidado. Te extraño, pero eso no significa más que un montón de letras inútiles, como todo lo que digo…hay demasiadas contradicciones. Ya no sé quién soy, no conozco a esta puta vacía que dejaste para tomar un café, aunque con tanta mierda encima era difícil no cambiar.

Todavía puedo verte: estás envuelto en humo de cigarros baratos, yo me siento algo borrosa, nuestros recuerdos ya no existen y cuando llueve entiendo que no volveré a verte, porque así es esto…ni contigo, ni sin ti.

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