Ella desearía que regreses, que el círculo nunca se cierre. Que la mates y la revivas por el placer del orgasmo sin final.
Sus ojos están ocultos bajo capas de lágrimas cristalizadas, ya no ven. Está mutilada y ebria. Ella esperaba que tú estés con ella y que el drama continúe para que ella sea quien lo termine.
Ya no puede remendar su historia con retazos de películas que nunca vivirá. Por eso espera con ansiedad la letra indicada de una canción cualquiera, que le recuerde a ti, y que le permita odiarse con tranquilidad suicida.
Yo no entiendo como soy parte de esta historia, por eso me pregunto cuando acabará la egoísta intención de tenerte cerca; para que ella pueda respirar y creer que alguien la quiere y me quiere. Como si importara, como si eso fuera a salvarnos.
Sí, creamos un mundo para que ella lo viva, pero cuando empezó a ser real para nosotros; nos aterró. Sabíamos que ella esperaba regresar. Ella quería que volvieras a encontrarla y yo vuelvo a preguntarme cómo dejaré de odiarla y amarla con tantas cercanías enrevesadas.
Sé que ella recuerda la primera noche. El estremecimiento ante la proximidad de tu aliento, la mirada en el piso, el choque de las llantas contra los baches de la calle, un niño pateando una botella de plástico, la fuente lejana…
Tu mano que recorrió su cuello, bordeando los hombros, dejándose caer sobre los brazos y acariciando los dedos. El sonido gris de las llaves chocando con el cemento. El suspiro, un latido lento y varios rápidos, el murmullo que se alargó por la calle.
Los ojos, el agua nadando en la fuente, el rostro, el beso en el párpado, el sonido de los autos, el beso en la mejilla, la mano en el cuello, los niños jugando, el beso que inicialmente buscó la boca, las manos frías, el perro que aullaba, la respiración agitada, las rodillas, las llaves y el cemento… el silencio momentáneo.
El pasillo interminable de colores, que ella aseguró, se acentuaban, retrocedían, giraban y desvariaban en pequeños torbellinos. Ocasionando el miedo de ambos a los ojos abiertos, a la luz del alumbrado público, las luces de las casas, al aviso de neón de la esquina, los guiñadores que los conductores nunca utilizaban y a los puntitos brillantes del cielo.
Yo sé que ella desearía que regreses a fingir que no la amas, que demuestres que todo esto no lleva a nada. Ella desearía… desearía que la recordaras y con un estornudo; la olvidaras. Que ese momento eterno en el que cobró consciencia de los colores no vuelva, mejor, que nunca exista. Ella desearía que regreses…

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